Claudia Kum (piedra preciosa, en chino) Míguez Soto es una joven ourensana que en una semana cumplirá 18 años. La efeméride viene cargada de significado por partida doble. No sólo será una vivencia especial para ella sino que entraña un acontecimiento que trasciende fronteras: fue la primera niña adoptada por una familia gallega en China, con sólo dos precedentes hasta entonces en España (Almería y Barcelona).
Claudia, ayer, con Rosa, su madre, y Abel, su hermano. (Foto: XESÚS FARIÑAS)El principio de esta historia arranca el sábado 19 de octubre de 1995 y el impacto que provocó en la joven madre Rosa María Soto (tenía 27 años) la emisión del documental ‘Las habitaciones de la muerte’ (Dying Rooms) en el programa Informe Semanal de TVE. La cinta narraba el viaje de tres reporteros de Channel Four por China, haciéndose pasar por empleados de orfanatos occidentales interesados en conocer el funcionamiento de los centros del país. Pretendían comprobar los efectos de la política de control de la natalidad del gobierno de Deng Xiaoping, que prohibía tener más de un hijo por pareja, y que abocó a millones de niñas chinas recién nacidas a ser abandonadas en orfanatos en condiciones infrahumanas: atadas a sillas o bancos de bambú, balanceándose mecánicamente, algunas de ellas con las piernas gangrenadas y la cara llena de costras.
Rosa y su marido, Avelino Míguez, quienes ya tenían un hijo biológico de seis años, vendieron el Hyundai Coupe que tenían para poder sufragar el billete de avión que sólo una semana más tarde les llevaría al país asiático. La inmediatez de querer sacar a una de esas pequeñas del horror hizo que pasasen por alto la complicada tramitación administrativa, a la que inexorablemente tuvieron que sujetarse durante un año sin ayuda de entidades colaboradoras de adopción internacional (ECAI).
LA LLEGADA A OURENSE
Claudia Kum llegó a Ourense en octubre de 1996. Sus padres adoptivos la habían ido a recoger al orfanato asignado, con suelos de tierra y niñas sujetas de pies y manos a sus tronas. Fue un momento, en el que, tal como recuerda Soto, hubo inversión de dinero -tuvieron que pedir un préstamo-y de emociones. ‘Yo no quería honores, lo único que me movía era salvar la vida de una niña y sacarla de ese infierno’, dice. El impacto que le causó aquella estampa, que ya no contemplaba desde el confort del sofá de casa, superó con creces la impronta del documental. Rosa asegura que estuvo dos meses sin dormir bien por las noches, sobrecogida por la experiencia.
Sus padres la sintieron como algo muy suyo a los dos minutos de tenerla en brazos. La adaptación de la niña en su nueva ciudad no fue complicada. De hecho, los progenitores aseguran que ‘siempre fue muy resolutiva con una fuerte personalidad’, dos cualidades que le sirvieron de ayuda en sus primeros comienzos en el colegio Luis Vives, en donde no se libró de ‘pequeños problemas’ por ser diferente. ‘Mi hija siempre destacó por su belleza y las niñas le tenían algún que otro recelo’, asegura la madre de Claudia.
Esta, ya convertida en una joven estudiante de Hostelería y Turismo, algo que compagina con su trabajo en la cafetería de sus padres en Vistahermosa, asegura que siempre se sintió una más de la familia. De hecho, tiene una conexión muy especial con su hermano mayor, Abel, a quien considera su mejor amigo y consejero.
La joven reconoce que, siendo pequeña, pasó por momentos duros ‘porque a veces me vacilaban y tenían conmigo malas palabras la gente del colegio’. Pero su carácter dulce y sociable le procuró con el tiempo un grupo de semejantes que la hicieron sentir ‘una más’.
Ahora, Claudia afronta su mayoría de edad con muchos retos en los que tiene cabida el segundo cambio drástico en su vida, la emancipación. Hace sólo dos semanas que ha salido del nido materno, afrontando la difícil tarea de sobrevivir por ella misma. ‘Ella tiene una gran ansia por aprender, descubrir nuevos horizontes y a nosotros nos parece bien porque nunca la hemos educado en la tontería y sobreprotección’, dice su madre. Ahora bien, reconoce que estará mirando muy de cerca ‘a su niña’ para ser la primera en ir en su ayuda. Fuente : La Región