22
FEB
2016

Rompiendo con el apego inseguro

Un 18 % de los niños adoptados presenta un peor ajuste psicosocial cuando llegan a la adolescencia, derivado de las circunstancias que motivaron su adopción y arrastra vínculos afectivos inseguros que influyen en su comportamiento, según coinciden los estudios realizados en este ámbito en España.

La Universidad de Alicante (UA) desarrolla una novedosa investigación basada en la teoría del apego, que aborda los modelos más idóneos en adolescentes adoptados y en familias adoptivas o acogedoras para romper con esos estilos de afecto inseguros.

«La teoría del apego explica cómo nos relacionamos afectivamente con los demás y tiene su base en las primeras relaciones que se establecen en la infancia», ha dicho, en una entrevista a Efe, la directora del Grupo de Investigación en Intervención Psicosocial con familias y menores de la UA, Ana Rosser.

De acuerdo con los trabajos sobre la adopción internacional de niños originarios de Rusia y Europa del Este, el cuarenta por ciento de ellos presenta indicios de un «apego inseguro» cuando son recibidos por sus familias adoptivas españolas, ha concretado la también doctora en Psicología y profesora del departamento de Comunicación y Psicología de la UA.

Sin embargo, según la teoría del apego, «el hecho de que tú hayas tenido unas condiciones inadecuadas en tu primera infancia no tiene por qué marcarte de por vida», ha precisado Rosser.

Incluso, los estilos de apego inseguros, que son bastante estables, se pueden modificar. ¿Cómo? Si aparece una nueva figura de apego: un nuevo cuidador, una nueva madre, una nueva familia que, de alguna manera, rompe ese esquema mental anterior, que el niño se había forjado en su primera infancia, ha indicado.

En algunas ocasiones se precisa de ayuda psicológica, cuando en los niños o adolescentes adoptados persisten en modelos de apego inseguros más resistentes al cambio.

Según Rosser, «las familias inicialmente albergan unas expectativas muy poco realistas al tener idealizado al niño que van a recibir y pensar que con sus atenciones y cariño podrán resolver todas las dificultades, y eso no tiene por qué ser así».

«Es verdad que las familias reciben una formación previa a la adopción, pero también es muy importante que, después, una vez que han recibido al niño, haya servicios de apoyo para orientarlas sobre cómo actuar, detectar cuando hay ciertas dificultades y derivar a una terapia si es necesario», ha especificado.

Todo ello sin perder nunca la perspectiva de que, para un niño adoptado, todo lo relacionado con su adopción es como un agujero negro que le gustaría llenar, porque es fundamental para su identidad el saber a quién se parece, por qué se comporta de ese modo…, muchas preguntas que se plantea de manera más profunda cuando llega a la adolescencia.

España vivió una especie de «boom» en lo referente a las adopciones internacionales a mediados de la década de los noventa, que motivó la llegada de niños, ahora adolescentes, que traían consigo un «equipaje»: una situación de abandono afectivo y no solo material, y muchas veces de negligencia o maltrato.

«Todo lo relativo a sus antecedentes está en la cabeza de un adolescente adoptado, a lo que se unen los pensamientos, sentimientos, ilusiones y anhelos propios de cualquier persona de su misma edad que no ha sido adoptada», ha señalado la experta.

Y llega un momento de su vida en que enfrentan a su pasado: algunos no quieren saberlo por temor a lo que descubrirán y, en cambio, otros «mueven Roma con Santiago» para conocerlo.

«Hay que decir la verdad desde el primer momento, es decir, no ocultar al niño que ha sido adoptado y aportarle la información de esa realidad de manera gradual y adecuándola a su entendimiento a medida que va creciendo», ha remarcado Rosser.

Si llega a «la adolescencia con esa información clara, podrá afrontar mucho mejor la construcción de su identidad», ha asegurado.

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