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MAY
2020

La crisis del coronavirus también afecta a la adopción

Padres que se quedaron a punto de adoptar: “Nuestro hijo nos espera a 11.000 kilómetros”

La pandemia ha impedido a, al menos, una treintena de familias viajar para recoger a sus niños, tras un largo proceso de adopción internacional. No saben cuándo se retomarán los vuelos

Cuentan que en el mismo momento de recibir la llamada algo cambia para siempre. Una frase lo pone todo patas arriba, los convierte en padres: les han asignado un niño. Tras años de espera, de trámites burocráticos para llevar a cabo una adopción internacional, ellos están ya en la recta final. A falta de ultimar el papeleo y coger el avión. Ahí se ha detenido el tiempo para al menos una treintena de familias. Con el itinerario preparado, la ropa de sus niños comprada, sus habitaciones listas, decoradas. Con la maleta ya hecha. La pandemia lo ha alterado todo. También el abrazo de estos padres a sus hijos. Van a tener que seguir guardándolo. No saben hasta cuándo.

“Todo el proceso de adopción es un carrusel de emociones”, explica Alcaraz. No solo es la espera tras haber sido declarados idóneos. Ni ahorrar para poder afrontar el coste del proceso —ellos calculan que será de unos 20.000 euros—. Ahora lo peor es convivir con la incertidumbre que, según el día, los golpea hasta que “se cae el alma a los pies”, dice Rodríguez. Ya habían hablado con sus mellizos, que están deseando que su hermano llegue a casa. Ella cuenta que ya tenían la bolsa con la ropa y juguetes del niño preparada. Habían salido a comprarla cuando tenían claro que iban a ir a por él, para asegurarse de que la talla no se quedaría pequeña. Ahora no saben cuándo ocurrirá.

En este tiempo un grupo en Facebook se ha convertido en su lugar de desahogos. Allí se reúnen con otros padres que, como ellos, estuvieron a punto de viajar. Treinta familias con la misma sensación: si la emergencia sanitaria se hubiera retrasado solo unos días, la historia sería diferente para ellas. Una pareja tuvo incluso que dar la vuelta mientras se dirigía al aeropuerto. Pero probablemente sean más en esta situación, dado que en 2018 hubo 444 adopciones internacionales en España. En el grupo se han vuelto expertos en la situación epidemiológica de los países de origen de los niños. Intercambian noticias, las respuestas que reciben de las autoridades, palabras de aliento cuando faltan las fuerzas. Y, sobre todo, el deseo de que se les deje viajar en cuanto se pueda y no se les considere turistas.

Formalmente no se han prohibido los viajes, explican fuentes de Exteriores. Pero las aerolíneas sí han cancelado vuelos. Y cerca de 180 países han impuesto restricciones a quienes provengan de España, según la última información oficial. La gran mayoría de ellos, una prohibición de entrada o la suspensión de las comunicaciones aéreas o marítimas. El Gobierno recomienda no viajar y la decisión de que se retomen los vuelos depende de cada país. Estas fuentes aseguran que se está dando seguimiento a todos los casos de adopción internacional, pero por el momento no pueden adelantar si se tendrá con estos padres alguna consideración especial llegado el momento. Fuentes de la Vicepresidencia de Derechos Sociales y la Agenda 2030 explican que la adopción internacional sigue en marcha, aunque se ha ralentizado.

Por ello, para buscar apoyo, se le ocurrió a Ana Bernal montar el grupo de Faceook. Contactó con la asociación Surya, que agrupa a familias adoptantes, y la ayudaron a crear la plataforma. Lloraba con cada incorporación. No estaba sola. Esta profesora de informática de 45 años es madre soltera de una niña que la espera en India: Dya. Tiene dos años y medio. Inició las gestiones en 2016. En febrero de 2019 le asignaron a su niña. En diciembre, un juez autorizó la adopción. “Suele ser cosa de un mes”, explica. Pero ella ha tenido mala suerte. Se retrasó el papeleo. Iba a viajar el 21 de marzo. Se despidió de sus alumnos, les dijo que iría a por su niña. En unos días viajaría de Málaga a Madrid y cogería un avión hasta India.

Pero cuando vio que las cosas se ponían cada vez más feas, llamó a la agencia de viajes, quiso adelantar el vuelo. “Me dijeron que el último había salido el día anterior. No tenía nada que hacer”, recuerda. “Primero no te lo crees. Es una hecatombe emocional, no sabes reaccionar”, añade. “Pasé días con la maleta hecha, terminé deshaciendo la habitación de la niña, que ya había decorado, porque vivo en un apartamento pequeño y me hacía mucho daño verlo todo preparado”, relata. Encontrar a familias en su misma situación la ha ayudado. Pero ha pasado horas repasando mentalmente qué trámite pudo haber adelantado para que las cosas hubieran sido distintas. “El otro día recibí un vídeo suyo. Se me está haciendo grande y me lo estoy perdiendo”, lamenta. Solo puede esperar y tocar muchas puertas. Han hablado con las comunidades autónomas, con el Gobierno. “Somos conscientes de que ahora no se puede hacer nada. Pero que tengan en cuenta nuestra situación, que nos dejen salir en el primer vuelo”, explica. Dice que están dispuestos a todo. “A cuarentenas, a que nos hagan los test que hagan falta, al traje de astronauta”. Lo que sea por encontrarse, por fin, con sus hijos.

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